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Primaveras árabes, yihadismo y democracia
24 de marzo de 201519:00 horas.
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
Auditorio Nelson Mandela de Casa África (c/ Alfonso XIII, 5)..
19:00 horas.
Entrada libre hasta completar el aforo.
Conferencia a cargo de Eduardo López Busquets, director general de Casa Árabe.
López Busquets imparte esta charla en la sede de Casa África, donde será presentado por Arianne Hernández, secretaria general de esta institución.
Desde que las manifestaciones populares prendieron mecha en Túnez en diciembre de 2010, el mundo árabe no ha vuelto a ser el mismo. Los levantamientos iniciales fueron recibidos con entusiasmo contagioso y, al tiempo que los dictadores caían, las voces de las personas, silenciadas durante décadas, tomaron la esfera pública. El término "primavera árabe" fue acuñado y abrazado tanto por medios y observadores como por los participantes. La reminiscencia romántica de Praga 1968 parecía estar allí, pero también su desenlace dramático.
Cuatro años después, el panorama es totalmente diferente y el espíritu renovador de la primavera árabe parece haberse eclipsado en un largo e incierto invierno, al que contribuye especialmente el yihadismo. Algunos países, como Siria, Libia y Yemen se han visto envueltos en guerras civiles desastrosas. En Egipto, la transición hacia un gobierno democrático se ha visto interrumpida por profundas divisiones políticas, una intervención militar, una economía en crisis y unas instituciones estatales disfuncionales. Aunque Túnez parece haber escapado de la polarización imperante y estar en camino hacia un futuro mejor, todavía se encuentra en una situación socioeconómica frágil.
A pesar de la sensación generalizada de desesperanza, grupos y actores sociales diversos siguen trabajando desde distintos ámbitos en estos países por un cambio significativo en las condiciones de vida y en la oferta de oportunidades para alcanzar los objetivos revolucionarios iniciales de “pan, libertad y justicia social”. En este contexto, la historia del “emprendimiento social” es un proceso con multitud de obstáculos que necesita ser contado. La oleada de movimientos populares dio pie a iniciativas ciudadanas e incluso a nuevas empresas que han sido el oxígeno de las revoluciones en la región y, aunque desconocido por la mayoría, sigue siendo un fenómeno que tendrá importantes consecuencias en el desarrollo de estas sociedades.
Así, activistas, empresarios, artistas, músicos y cineastas han contribuido a la reconstrucción del tejido político, económico, social y cultural, y de esta forma reflejan un creciente interés en colaborar con los demás en cuestiones de interés común. El desarrollo de sistemas plurales, donde todas las fuerzas políticas participen sin un poder monopolizador, es una tarea difícil en países con un alto déficit en experiencia democrática. Pero se debe empezar por algún lado. El ejercicio de la creación de una nueva cultura de debate y consenso puede lograrse a través de la expresión y la asunción de riesgos, el rechazo de las jerarquías sociales tradicionales y la hegemonía del gobierno; la liberación del potencial oculto rompiendo las barreras del miedo.
Desde que las manifestaciones populares prendieron mecha en Túnez en diciembre de 2010, el mundo árabe no ha vuelto a ser el mismo. Los levantamientos iniciales fueron recibidos con entusiasmo contagioso y, al tiempo que los dictadores caían, las voces de las personas, silenciadas durante décadas, tomaron la esfera pública. El término "primavera árabe" fue acuñado y abrazado tanto por medios y observadores como por los participantes. La reminiscencia romántica de Praga 1968 parecía estar allí, pero también su desenlace dramático.
Cuatro años después, el panorama es totalmente diferente y el espíritu renovador de la primavera árabe parece haberse eclipsado en un largo e incierto invierno, al que contribuye especialmente el yihadismo. Algunos países, como Siria, Libia y Yemen se han visto envueltos en guerras civiles desastrosas. En Egipto, la transición hacia un gobierno democrático se ha visto interrumpida por profundas divisiones políticas, una intervención militar, una economía en crisis y unas instituciones estatales disfuncionales. Aunque Túnez parece haber escapado de la polarización imperante y estar en camino hacia un futuro mejor, todavía se encuentra en una situación socioeconómica frágil.
A pesar de la sensación generalizada de desesperanza, grupos y actores sociales diversos siguen trabajando desde distintos ámbitos en estos países por un cambio significativo en las condiciones de vida y en la oferta de oportunidades para alcanzar los objetivos revolucionarios iniciales de “pan, libertad y justicia social”. En este contexto, la historia del “emprendimiento social” es un proceso con multitud de obstáculos que necesita ser contado. La oleada de movimientos populares dio pie a iniciativas ciudadanas e incluso a nuevas empresas que han sido el oxígeno de las revoluciones en la región y, aunque desconocido por la mayoría, sigue siendo un fenómeno que tendrá importantes consecuencias en el desarrollo de estas sociedades.
Así, activistas, empresarios, artistas, músicos y cineastas han contribuido a la reconstrucción del tejido político, económico, social y cultural, y de esta forma reflejan un creciente interés en colaborar con los demás en cuestiones de interés común. El desarrollo de sistemas plurales, donde todas las fuerzas políticas participen sin un poder monopolizador, es una tarea difícil en países con un alto déficit en experiencia democrática. Pero se debe empezar por algún lado. El ejercicio de la creación de una nueva cultura de debate y consenso puede lograrse a través de la expresión y la asunción de riesgos, el rechazo de las jerarquías sociales tradicionales y la hegemonía del gobierno; la liberación del potencial oculto rompiendo las barreras del miedo.